Lanzarote: vino y territorio

Charla impartida en Castillo de San José

Lanzarote, 14 de Mayo del 2015

Nada hay más universal que lo local genuino.

Una frase que refleja muy bien lo que quiero expresar en esta reflexión sobre la vinculación entre vino y territorio en Lanzarote.
Genuino es: La Montaña de los Rostros, el Chupadero, la sama roquera, el jable, el bocinegro, la barrilla, la malvasía volcánica, el sancocho de cherne, ir de enyesque, el caldo de millo, el lapille, las rejadas, los hoyos, la cochinilla o las garbanzas.
Universal es: Ser Reserva de la Biosfera desde 1993 y una isla que casi es un enorme Parque Natural, las cepas centenarias, que más que cepas son hermosas esculturas, La Geria, los vinos que viajan por todo el mundo. Universal es el instinto de supervivencia del hombre después de las erupciones volcánicas o el paisaje del Timanfaya. Universal es la cultura heredada y la voluntad por transmitir su legado.
Como tan universal y genuino fue el artista César Manrique.
No hay nada más universal que lo auténtico, lo autóctono, lo original entendido como origen, no como distinción, a veces, sin ton ni son. Lo local genuino es universal porque su lenguaje lo es y porque su comunicación también. Lo genuino se percibe, nos gusta vivir cosas genuinas y además queremos contarlas. Así, lo genuino se hace universal. De globalidad y homogeneidad está el mundo lleno, pero eso, ni es genuino ni universal.

¿Un atardecer en El Golfo es comparable a uno en la isla de Creta? ¿La uva Assyrtiko griega es comparable a la Malvasía Volcánica de Lanzarote? Ambas son genuinas y despiertan el mismo deseo: quiero estar ahí, quiero verlo y beberlo.

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Paisaje de La Geria

En Lanzarote, el viñedo moldea el territorio y genera un paisaje único en el mundo. Además, supone bastante más de la superficie cultivada en la isla. El viñedo es un modo de vida, una fuente de ingresos, muchas veces también de sufrimientos. La viña es dura y, como me dijeron la primera vez que llegué a la isla, en Lanzarote no hay viticultores, hay jardineros de viñas. Y así como la viña es un patrimonio, a la vez genuino y universal, también lo es su fruto, el vino. Como también lo son los trabajadores de las viñas porque sin ellos sería imposible mantener el patrimonio. Unos 1800 viticultores , 7500 parcelas, unas 2000 ha., que años atrás eran bastantes más.
La viña da trabajo y es un puesto de trabajo. Hay que mantener la viña.
Solo con un breve paseo por Lanzarote, cualquier persona, le guste o no el vino, reconoce a primera vista que el vino está ligado al territorio, casi fusionado en el paisaje. Pero sabemos que detrás de una primera foto fija bellísima se esconden muchos otros encuadres y esquinas desenfocadas. Ya lo sabemos, “en todas las buenas familias se cuecen garbanzas”.

Mantener el patrimonio no es cosa fácil, sacarle un buen rendimiento para mantener el relevo generacional de viticultores tampoco. El relevo es clave, como lo fue excavar más allá de la lava volcánica para plantar y sobrevivir hace más de 250 años. Clave no solo por mantener la tierra sino porque con nuevas generaciones se renueva también la mentalidad y la visión de futuro.

Llegamos a una conclusión: hay que poner en valor el territorio.
Llegamos a una pregunta: ¿cómo lo hacemos?

En Lanzarote, una isla con unos dos millones de visitantes al año, el viñedo supone un atractivo turístico en sí mismo. El territorio es ya una fuente de riqueza. Es la foto fija que muchos vienen a ver. Pero eso no es suficiente, con los turistas haciendo fotos el viticultor no gana dinero. El viñedo forma parte del sector primario porque el vino es un alimento líquido, y el sector primario hace sostenible al territorio. La materia prima se convierte en algo elemental, alimentos sólidos, alimentos que se cocinan, y la cocina es tradición y modernidad, y también gastronomía.

Cerramos un círculo. Vino y cocina, local, genuina y universal.

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El turista no es un ser que desembarca por mar o aire en una isla, no es ticket de ida y vuelta que pasaba por aquí, el turista no es un ser ajeno. Turista también soy yo, y todos vosotros cuando viajáis. Turista es el que después de aquí se va a Santorini, Sicilia, Madeira o Córcega. En todas estas islas también hay vino, un maravilloso territorio y mucho turismo.

El turista, por definición, es un viajero, un curioso, entusiasta y ocioso. En vacaciones todos queremos ser felices. Sea pasando unas horas, un día o una semana en Lanzarote o en alguna isla perdida del Pacífico. Sobre todo, el turismo son personas, no lo podemos olvidar nunca. Personas con memoria y habla, que recuerdan, cuentan y recomiendan. ¿Y qué buscamos las personas? Experiencias buenas, y que nos mimen. Mucho mimo. ¿Y qué no queremos las personas-turistas? Malgastar nuestro tiempo de oro viajando a destinos que nada nos aportan.

En la oferta global de consumo de ocio, donde las experiencias emocionales son pilar fundamental de motivación para el turista, el turismo del vino en Lanzarote es una oportunidad genuina y universal. ¿Cuántas gerias hay en el mundo? ¿cuántas malvasías volcánicas?, ¿cuántos Timanfayas?, ¿cuántos César Manrique? ¿cuántos riscos de Famara?

Lanzarote tiene algo de lo que carece otras regiones vinícolas: identidad. Lanzarote es ella misma, distinta a las demás. Y los vinos son encantadores de paladares, ¿qué más hace falta?

Llegamos a otra conclusión: territorio, vino, cocina, personas.
Llegamos a otra pregunta: ¿qué ofrecemos, cómo lo ofrecemos?

Fijaos en la palabra ofrecer. Significa “comprometerse a dar, decir o hacer algo. Presentar y dar voluntariamente algo. Manifestar y poner patente algo para que todos lo vean”. Ofrecer implica generosidad, dedicación, como debería ser el espíritu de la restauración, de los cocineros o los bodegueros. Cuando ofrecemos, lo que sea, a nuestros clientes, estamos ofreciendo también a nuestra comunidad, a nuestro entorno, y a nosotros mismos como personas. También se ofrecen servicios, públicos y privados, que atienden una demanda. Pequeñas, medianas o grandes organizaciones que están al servicio de los intereses de los demás. Muy importante, sin servicios la conexión entre los elementos falla. También fijaos en la palabra servicio, también significa “conjunto de alimentos que se ponen en una mesa, vajilla y otros utensilios”. ¿Os suena?

Vino y cocina están viviendo un momento dulce, no es una moda, es una necesidad para el turista: comer y beber. Obligatoriamente, hay que ligarlo al territorio. El turismo gastronómico es muy rentable, hace sostenible el territorio, genera riqueza, es vida. Y algo muy importante: un complemento de cualquier otra apuesta como destino turístico. ¿Con qué es incompatible el destino gastronómico? No se me ocurre nada.

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Si se ofrece, es decir, si hay una mínima infraestructura, si las personas se “ofrecen”, se implican en la responsabilidad con su tierra, y se antepone el bien general al interés particular, el éxito está garantizado. El problema no son los turistas, el problema es uno mismo. Ya sé que en España, el verbo asociarse asusta a muchos, aunque en el fondo todos sabemos que sumar fuerzas y compartir esfuerzos es, a largo plazo, lo más rentable y saludable para una comunidad. El problema de las asociaciones es que casi siempre hay uno que trabaja y muchos que esperan los resultados. Todos lo habremos vivido alguna vez.

Lo cierto es que la conexión entre vino y territorio pasa por dos elementos imprescindibles: conciencia y práctica. Por todo lo demás, Lanzarote tiene mucho camino recorrido. Yo misma he vivido experiencias e iniciativas muy interesantes aquí, y he conocido a personas muy concienciadas con su territorio. Y ya que estamos hablando de turismo del vino, enogastronomía, enoturismo o como más os guste llamarlo, todos estamos de acuerdo que significa desarrollar el enorme potencial del binomio vino-turismo, establecer redes e imagen de marca, pero esto es imposible conseguirlo sin la cooperación entre todos los agentes sociales implicados. O se realizan planes conjuntos en beneficio de la mayoría, o el turismo del vino será una pequeña gota de vino insignificante condena al fracaso y al olvido. Una botella de vino convertida en vinagre. Y a mí me gustaría que fuese una de vuestras enigmáticas malvasías dulces con solera.

Lanzarote es la isla sostenible, un jardín de viñas, una isla rodeada de un mar de horizontes posibles.
No olviden, no hay nada más universal que lo local genuino.
Búsquenlo, muéstrenlo. El mundo se encargará de contarlo.

Lanzarote, a 14 de Mayo de 2015
©Cristina Alcalá

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