La sangría no es para mí

En la única tienda de una isla lejana sin apenas turismo. En una isla maravillosa en la que solo caminas o vas en bicicleta, y en la que solo hay un pequeño pueblo donde atracan los barcos. En esa isla de ensueño me encontré con ¡ESTO!.

No daba crédito. En ese momento supuse que llegaban turistas de ida y vuelta. Que darían un paseo por la finísima arena de las playas cercanas, buena comida, compras y de vuelta a casa. No entendía nada. ¿Qué hacían sino esas sangrías versión botella cutrelux allí? En una tienda donde podrías encontrar gafas de buceo, chanclas, bañadores de urgencia, sardinillas en aceite, postales, detergente, lejía, pastelería plastificada, refrescos, pilas, bolsas de basura o cámaras de usar y tirar.

En un pequeño rincón con bebidas variadas, siento no acordarme del resto pero el impacto nubló la imagen de cualquier otro líquido cercano, estaba ESTO. A una altura lo suficientemente alta como para que la punta del seudozapato flamenco pudieses olerlo, y para poder apreciar la media verónica del torero español, el pase de pecho o los bailaores aflamencados. Imágenes imprescindilbles como el toro y la flamenca encima de las televisiones de antes.

Botellas de rojo y grana a 12,90 euros. Poco me parece si tengo en cuenta el mérito de encontrar esos objetos de culto en una isla, incluso propondría sacarlos a subasta a gritos de  ¡soy español, español, español!.

¿Quién comprará ESTO?, ¿quién será el sujeto del regalo? ¿alguien se lo beberá?

¡Cuánto mal ha hecho la sangría en España! Y la mala sangría en los turistas (y nacionales) ni me lo imagino. No sólo lo digo por los dolores estomacales, de cabeza y de mil cosas más. Esos males se curan con paracetamol, pero la imagen y el recuerdo no. ¡Viva el marketing experiencial! Una mala sangría y una paella precocinada…

Como en todo, y como se suele decir, una cosa bien hecha, bien queda. Pero me temo, lo digo por experiencia, que la mayoría de las sangrías no entran en el limbo de lo bien hecho. Pero, por desgracia, si están en el made in Spain.

Tendré que volver a visionar la película “La ciudad no es para mí”. Pero creo recordar que hasta Paco Martínez Soria traía el vino de su pueblo.

La sangría no es para mí. A elegir, me quedo con el tinto de verano.

 

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