De vinos, religión y Papas

Es bien conocida la influencia de las religiones en la cultura del vino. Empezando por la Biblia, donde el vino acompaña tanto a reyes como a gente humilde formando parte de la vida cotidiana. No las he contado, pero dicen que hay unas 600 referencias donde se nombra de alguna manera la vid y el vino. En la Biblia no se veta el consumo, ni el cultivo ni la elaboración de vino. De hecho, el primer milagro de Jesús fue transformar el agua en vino en las bodas de Caná de Galila. Incluso se dan consejos en la Biblia para tratar al vino. Mucho antes está la figura de Noé, quien tiene mérito por dos motivos, porque plantó la primera viña tras el diluvio en Armenia y porque un día bebió vino y se embriagó. Esa debió la primera borrachera, y ya sabemos que vivió 950 años.

Un periodo histórico importante fue la Edad Media. La importancia del vino en la religión como símbolo de la sangre de Cristo también generó la necesidad de vino para el oficio religioso. Pero no solo eso, también tiene importancia por un tema económico y de distinción social. En la Edad Media el vino era la bebida habitual de los comerciantes burgueses de las ciudades europeas y lo que ofrecían a sus invitados. Los viñedos se situaban alrededor de las ciudades más importantes, muchas de ellas tras las murallas de villas de Italia, Francia o Alemania. Eran plantadas en terrenos pertenecientes a las abadías y monasterios, cuyas órdenes tenían el control de las viñas. La jerarquía eclesiástica eran los demandantes de vino y los obispos donaban viñedos a las órdenes religiosas quienes mantuvieron y experimentaron nuevos método en campo y vinificación.

 

Avignon visto desde el Palacio de los Papas foto-por-cristina-alcala
Avignon visto desde el Palacio de los Papas

Chateauneauf-du-Pape o el vino de los Papas

“Nuevo castillo de los Papas”. Esta pequeña región francesa situada en el sur del Ródano, entre Orange y Aviñón, ha tenido gran importancia en la historia y en la relación del vino con la religión. Una historia muy interesante sobre la influencia en la producción de vinos en el este y sur de Francia. El papado se trasladó a Aviñon en 1309. Allí estuvieron siete Papas durante 73 años. Eran muy aficionados a los vinos de Borgoña, así que hicieron resurgir la viticultura de calidad a lo largo del Ródano. Podían consumir en una sola semana más de 10.000 litros de vino, lo que daba un promedio diario de dos litros y medio por persona. Quien decidió trasladar la corte papal fue Clemente V. Era arzobispo de Burdeos, compró un terreno y plantó viñas cerca de su ciudad. Cuando fue elegido pontífice donó sus terrenos y propiedades distribuidas por Pessac a su sucesor como arzobispo. Este viñedo fue conocido como la viña del Pape-Clément, hoy día uno de los châteaux más reputados de Pessac-Léognan. Este papa mandó plantar viñedos en la zona. Le siguió Juan XXII, quien mandó construir el Palacio de los Papas, lo convirtió en su residencia e impulsó la viticultura. Los papas vivían en el Palacio Papal rodeado de viñedos. Todavía hoy existe un vino procedente de la viña por él creada, el Clos de Papes, que lleva la mención Terroir Castelpapal. Otro gran aficionado fue Clemente VI, quien exigió servir durante su coronación unos 160.000 litros de vino en el recinto pontificio, además de montar fuentes de vino para los pobladores en distintos puntos de la ciudad. Le siguió Inocencio VI, quien llegó a cambiar las fechas de una tradicional procesión religiosa para no interferir con la cosecha de uva. Luego llegó Urbano V, aficionado a los vinos blancos de Beaune (Borgoña). Finalmente, Gregorio XI restituyó el papado en Roma, se aficionó al Muscat de manera tan intensa que, según algunos autores de la época, nombraba cardenales si recibía un fino Muscat de regalo.

Chateauneauf-du-Pape, reconocido como tal a finales del siglo XIX,  hoy es famosa por sus vinos tintos de garnacha, monastrel y syrah, y sus característicos suelos de cantos rodados. Pero su fama como región vino después de la II Guerra Mundial, antes el vino lo vendían a Borgoña.

 

La cocina de Clemente VI en Avignon foto por cristina-alcala
La cocina de Clemente VI en el Palacio de los Papas de Avignon

El sumiller del Papa Pablo III

Durante su mandato a mediados del siglo XVI tuvo un sumiller personal, Sante Lancerio, un historiador y geógrafo experto en vinos. Seguía al papa en todos sus viajes y elegía un vino del lugar donde se encontraba para acompañar sus comidas. En Roma tenía su habitación donde guardaba todos los vinos que le llegaban de cada país. Además, tenía una carta de 50 vinos organizada según el estado de ánimo del papa, hora, tipo de comida, día del año y si era no no un acto oficial. Todo un sumiller.

De todo esto y con buen humor hablamos en Radio Nacional con Ciudadano García. Este es el link del programa.

 

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