Natalio Grueso y La soledad

Si uno tiene una vocación y un sueño lo más triste y equivocado es no luchar para hacerlo realidad.

Natalio Grueso aparcó el mundo de la gestión cultural para dedicarse de lleno a la escritura, a aquellos millones de personas que necesitan que les cuenten historias, y que les descubran nuevos caminos. Y así nació La soledad, distintos relatos que se hacen uno y que no da tregua al lector, porque es tal la belleza en su forma y en el fondo, que una vez terminada la novela solo deseas cambiar el mundo, tu mundo.

¿Podíamos decir que esta novela es como un buen vino que se queda grabado en el recuerdo?
Ojalá lo sea, creo que es una novela que permite muchas relecturas, porque está cargada de historias y matices que pueden pasar desapercibidos en un primer momento. La intención es que el lector, al terminarla, siga llevando en su cabeza a los personajes durante mucho tiempo, y que lo que ellos hacen y los sucesos que les ocurren puedan aportar algo de reflexión y felicidad al lector.



¿Cómo decide ser escritor?
Es una vocación, lo que siempre quise hacer en la vida, lo que ocurre es que la realidad nos va obligando a postergar decisiones sin que nos demos cuenta de que el tiempo es efímero, y que si dejamos para más adelante lo que queremos hacer quizás ya sea tarde. Así que este era el momento de hacer esta apuesta.

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Natalio Grueso

¿De dónde nace cada una de estas historias, cada uno de estos personajes, el recetador de libros, el locutor deportivo, el ladrón encantador, la joven japonesa…?
De la imaginación del autor. Como digo en el epílogo de la novela todos los personajes son inventados, pura ficción, y el único mérito del autor es el de haber estado atento a todas las cosas que ha visto a lo largo de muchos años de vagar por el mundo.

Mimas las palabras con mucha delicadeza, buscabas la belleza o esta historia sin belleza no podía ser contada.
Creo que la historia requería este tono poético, incluso embriagador, porque el argumento principal de la novela es el amor, la capacidad que todos tenemos de hacer felices a los demás en medio de este desierto vital que tiene más oasis de los que queremos ver.

La felicidad y la soledad parecen dos palabras lejanas, distantes y, en cambio, en esta novela las acercas, ¿por qué?
La soledad es el mal de nuestro tiempo, seguramente la enfermedad más terrible que nos rodea. Sin embrago la soledad también puede ser hermosa, es cuestión de cómo la gestionemos. Y si lo hacemos bien conduce a la felicidad, es todo cuestión de saber escuchar y saber compartir.

¿Y la felicidad se encuentra haciendo feliz a los otros?
Absolutamente, esa es una de las pocas certezas que tengo en la vida, la felicidad consiste en hacer felices a los demás. El egoísmo sólo genera frustración, del mismo modo que la miseria sólo genera miseria y el rencor sólo genera rencor.

París, Buenos Aires, Venecia e Indochina… ¿por qué este marco para la novela? ¿por qué estas ciudades?
Son lugares que conozco bien, y que me parecían perfectos para ambientar los diferentes pasajes de la novela. Pero en realidad el viaje físico es lo de menos, lo importante es el viaje interior, lo que sienten los personajes, lo que anhelan, lo que han perdido, el paso del tiempo y los sueños por cumplir.

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La soledad de Natalio Grueso

Sé que has comentado que abandonas la gestión cultural y te dedicas enteramente a escribir, ¿no es algo arriesgado en estos tiempos que corren?
Es descabellado, pero como decía al principio, si uno tiene una vocación y un sueño lo más triste y equivocado es no luchar para hacerlo realidad. Y aunque el mundo editorial esté en un momento muy complicado y parezca casi imposible vivir de la literatura, yo creo que aún hay muchos millones de personas en el mundo que necesitan que les cuenten historias, que les abran caminos, que les den esperanzas, en definitiva, que les ayuden a ser más felices. Y esos son los lectores a los que me dirijo.



Me gustaría que como Horacio nos recetaras libros imprescindibles y algún vino que nos transporte a los parajes de La soledad.
No se me ocurre un maridaje mejor que un buen libro y un buen vino, una tarde de otoño cómodo en casa leyendo una buena novela mientras se saborea un buen vino. Eso es casi el paraíso. «Momentos estelares de la humanidad» de Stefan Zweig, «La fiesta del chivo» de Vargas Llosa, «La piel del tambor» de Pérez Reverte, «El placer de los extraños» de Ian McEwan… La lista de libros sería infinita. Y en cuanto a los vinos, yo creo que los vinos españoles son -en la ecuación calidad precio- los mejores del mundo. A mi personalmente me encantan los Riberas. Y hay una uva que se encuentra sobre todo en Chile -Carmener- que me parece maravillosa.



Sueños pendientes y proyectos de futuro.
Navegar, últimamente estoy más feliz en el mar que en tierra firme. Y seguir escribiendo historias que emocionen a lectores de países y culturas diferentes. Ah, y seguir disfrutando del buen vino.

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